¿Carmelitas? ¿Carmelo? Una síntesis de muchas  palabras que hablan de María Santísima de su hogar, plantel y jardín de  sus delicias…  su Orden.
 
 El monte Carmelo, en hebreo הר הכרמל, abierto al Mediterráneo, unas cuevas que sirvieron de mansión  y refugio a unos valientes ex cruzados, antiguos soldados y nobles  latinos, que con motivo de la conquista de los Santos Lugares quisieron  quedarse allí alrededor del siglo XII, junto al recuerdo vivo de Elías  que impregnaba aquellas rocas y todo el paisaje alrededor de la  Fuente.Aquel grupo de laicos, que descalzándose vivieron los fervores  que entrelazan la hermosa memoria de la Madre de Dios y San Elías sobre  la cima del Carmelo pintarían de un matiz especial el monacato de  Oriente. Una Orden, con mentalidad occidental enraizada y fundada en  Tierra del Señor.
 
 De estos intrépidos, anhelaría nostálgica  Teresa de Jesús su manera de vivir:”Qué de santos tenemos en el cielo  que trajeron este mismo hábito… Que de hambre, y frío debieron pasar sin  tenerse a quiense quejar sino a Dios… Tomad una santa presunción de ser  como ellos.”
 
 Allí en el Monte Carmelo se reunieron intuyendo  el sitio ideal, allí plantando la primitiva generación de carmelitas se  vivieron fervores marianos nunca antes visto y aquellos frailes con capa  rayada, cantaron sus amores a María. Poco a poco y según la mentalidad  feudal de la época, eligen a la Virgen como Señora del Lugar y modelo de  sus vidas, a Ella consagran su existencia en imitación de Jesucristo,  en Ella se fraguan y a su forma practican el ideal evangélico: “Amad al  Señor tu Dios sobre todas las cosas…y a tu prójimo como a ti mismo.” 
 
 El carácter mariano de la Orden se encuentra presente desde los  comienzos a través de la dedicación a la Señora del Lugar del primer  oratorio o capilla, alrededor de la cual se organizaban las celdas, como  hijos que se acogen al cuidado de la Madre alrededor y debajo de su  capa.
 
 Se llegó afirmar que El Carmelo es “todo de María”,es  Ella la “Belleza y Hermosura del Carmelo”, y “no hay carmelita que no  este enamorado de la Virgen”.

 
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