"La fundación del Monasterio de San José de Caravaca"
 
 Un día de marzo de 1575, entre los fieles que escuchaban el sermón de  un padre Jesuita, en la Iglesia de la Compañía, se hallaban cuatro  doncellas de noble abolengo. Tras el  oficio religioso, y durante un cambio de impresiones, deciden no volver a  sus respectivos domicilios hasta tanto no consigan que la Madre Teresa  se decidiera a fundar un monasterio de su reformada Orden Carmelita en  aquella ciudad. Estas piadosas doncellas se recluyeron en la casa de una  viuda:  Doña Catalina de Otálora, quien se avino a albergarlas y  mantenerlas hasta tanto consiguiesen sus propósitos, facilitándoles los  medios para llegar a la Reformadora en demanda de sus aspiraciones. La  Santa recibió las primeras noticias de Caravaca en su primer convento  reformado: San José de Avila. Su primera intención fue la de venir en  persona a Caravaca como acostumbraba a hacer en la mayoría de sus  fundaciones. Sin embargo, la inesperada fundación de Sevilla y las  noticias que tuvo sobre lo alejado de Caravaca y el mal estado de los  caminos que hasta aquí conducían, fue lo que motivó su decisión de  enviar a dos colaboradores.
 
 El informe de éstos fue lo que hizo  decidir definitivamente a Santa Teresa hacer la fundación en Caravaca.  La misma Santa comenta que se debe a ellos la fundación de esta ciudad,  ya que sin licencia de la Fundadora hicieron las correspondientes  escrituras de una posesión en la ya mencionada calle Mayor, junto a una  ermita dedicada a San José. Ellos y la viuda Catalina de Otálora, junto a  Rodrigo de Moya, padre de una de las doncellas novicias que aportó  parte del dinero necesario, son los verdaderos artífices de lo que hoy  es un monasterio de cuatrocientos años de antigüedad.
 
 La  fundación no fue fácil. El permiso que el Gobierno del Rey Felipe II  había de conceder para tal empresa fue otorgado, sin embargo, en una de  las cláusulas, se especificaba que el nuevo monasterio estaría sujeto al  mandato del Comendador de Caravaca, entonces perteneciente a la Orden  de Santiago. La Santa, conocedora de lo que ello podría reportar en  orden a la independencia del convento y a la política del momento, no  vio con buenos ojos esta dependencia y volvió a solicitarse de nuevo, en  junio de 1575, exigiendo que el monasterio dependiese directamente de  la Orden del Carmen. Al fin el Rey otorgó la licencia, se subsanaron  dificultades con el Obispado de Cartagena para poder decir misa en la  casa y se envió priora: la madre Ana de San Alberto, inaugurándose  oficialmente el monasterio, con la traslación del Santísimo Sacramento,  el día 1 de enero de 1576. A partir de este momento comienza a erigirse  el actual edificio, primero con la anexión de unas casas que estaban  junto al convento, cuya compra autoriza la Santa el 30 de septiembre de  1589, y después con la de la ermita de San José, anexa a las mismas.

 
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